Grafiteras en Jordania: el arte de alzar el puño con color

Jordania es un país situado en una región conflictiva. Sus fronteras lindan con países y zonas en guerra y con crisis profundas: Irak, la guerra en Siria, la ocupación israelí en el Territorio Ocupado Palestino, la presencia regional del Estado Islámico o el casi colapso económico y social del Líbano, situaciones que han generado a lo largo de los años el éxodo de millones de personas que han encontrado refugio y asilo en Jordania. Se calcula que la población refugiada es de casi 3 millones de personas. Esto convierte a Jordania, con una población de 10 millones de habitantes, en uno de los países donde más personas refugiadas viven en relación con su población. Jordania es un importante aliado para Israel, Estados Unidos y la Unión Europea. Un centro de seguridad desde el que se pone en práctica “la lucha contra el terrorismo y otros grupos extremistas violentos”, según palabras del presidente estadounidense, John Biden. Estados Unidos especialmente ejerce una importante influencia en las decisiones políticas y económicas y le venderá al país en este 2022 armas, aviones militares y sistemas de defensa antiaérea por valor de 4.200 millones de dólares (unos 3.663 millones de euros).

“A Jordania se lo presenta siempre como un país pacífico, con una monarquía constitucional que sabe mantener, mediante la acción diplomática, los difíciles equilibrios que se requieren para que los conflictos regionales no le afecten”, afirma la analista A.R. experta en la región y activista por los derechos de las mujeres en Jordania que prefiere mantener el anonimato. “Pero Jordania es, en realidad, país poco democrático; el poder lo detenta la monarquía y no tanto el parlamento. El régimen aplica una política de control y seguimiento de ciudadanos y ciudadanas y de acoso a defensoras de derechos humanos. La consecuencia de esta llamada “política de seguridad” es la reducción del espacio en el que las mujeres trabajamos por nuestros derechos, que cada vez es más estrecho”.
Así lo constatan varios informes de organizaciones e institutos de análisis internacionales, como el publicado por la organización sueca Kvinna till Kvinna (Mujeres con Mujeres en sueco) en 2021: “El espacio para organizarse se está cerrando, las redes de mujeres defensoras de derechos humanos y las jóvenes feministas tienen poco espacio, si es que tienen alguno (…). Además, hay un retroceso en lo que respecta a la democracia y el espacio cívico y un aumento de los ataques a las mujeres activistas y a las jóvenes feministas en forma de acoso, estigmatización y discriminación. Utilizan normas sociales conservadoras y estereotipos de género, abuso verbal y ataques a la reputación tanto en las redes sociales y el mundo en línea como fiera de ella”.
A finales de 2021, la organización Amnistía Internacional denunció ataques digitales con el programa espía Pegasus contra una relevante abogada de derechos humanos jordana, Hala Ahed Deeb. Con este programa se accede al dispositivo para extraer datos como mensajes de texto, correos electrónicos, micrófono, cámara, contraseñas, llamadas de voz a través de diferentes aplicaciones de mensajería, datos de localización, registros de llamadas y contactos.
Este ataque, denunciado como parte de un plan de acoso general contra mujeres activistas de Oriente Medio, genera muchas veces autocensura por parte de las víctimas. “Las libertades personales se han acabado para mí, ya no existen. No estoy segura en casa, ni en la calle, ni en ningún sitio", decía una activista de Bahréin.

La situación de las mujeres en el país

En Jordania la situación socioeconómica está marcada por altas tasas de desempleo, desigualdad económica, marginación política de las personas jóvenes y las mujeres, y un gran desajuste entre los contenidos educativos y lo que busca el mercado laboral en el que las mujeres, las jóvenes y los colectivos LGTBIQ+ son las personas más discriminadas.
Las cifras refuerzan las afirmaciones de la analista A.R. y de los informes de las organizaciones internacionales. El ranking de igualdad de género del Programa de Naciones Unidas para el Desarrollo de los Pueblos (PNUD), afirma que la participación de las mujeres en los distintos aspectos de la vida en Jordania es muy baja y sitúa al país en el puesto 138 de 149 países. Al hablar de participación, Naciones Unidas se refiere a oportunidades económicas, logros educativos, salud y supervivencia, y empoderamiento político.
En los últimos años algunas cosas han evolucionado, como ciertas leyes discriminatorias. Las mujeres están siempre en primera línea cuando se trata de eliminar esas normas y leyes que las minusvaloran. Un ejemplo es la movilización de las organizaciones de mujeres desde 2014 y durante tres años, para cambiar un artículo del Código Penal que establecía la obligación de las víctimas de violaciones a casarse con sus agresores para así proteger “el honor de su familia”. La fuerte movilización en todo el país hizo que las mujeres fueran recibidas en el parlamento y que éste votara en 2017 la abolición del artículo.

Pero aún queda mucho por hacer. Tras la aprobación sobre el papel, queda lo fundamental, cambiar mentalidades para eliminar costumbres discriminatorias y violencias como el matrimonio infantil, los llamados crímenes de honor o la violencia intrafamiliar que reducen a la mujer como ciudadana de pleno derecho y la recluyen en el ámbito doméstico. “Seguimos trabajando para, por ejemplo, sensibilizar a jueces y abogados para que se aplique ese artículo contra el matrimonio entre violador y víctima; y luchamos también por el derecho a la educación de las niñas y jóvenes, porque necesitamos tener más juezas y abogadas”, afirma la activista Nisreen Haj Ahmad, de la organización feminista Ahel.
Las organizaciones de mujeres son sólidas en Jordania y algunas existen desde hace decenas de años. Y, pese a que la situación parece más bien gris y poco alentadora, las mujeres siguen movilizándose, desafiando una cultura y una tradición que reduce su espacio de expresión y presencia. Y en esa búsqueda de espacios el arte tiene un papel principal. La creatividad está a la orden del día y ahí es donde encontramos a las jóvenes artistas urbanas y grafiteras.

Jóvenes, mujeres, artistas y reivindicativas: arte urbano y grafitis

En Jordania el grafiti y los murales urbanos son reconocidos como un arte, son legales. Están permitidos siempre y cuando se obtenga el permiso de las personas propietarias de los muros, paredes o fachadas en las que se va a pintar. El grafiti se adscribe en el movimiento cultural del hip hop que, en Jordania, nació a finales de los años 90 y creció rápidamente en la capital, Amán, y en sus grandes barrios populares. “Como en aquellos años no teníamos internet en esta parte del mundo, nos basamos en varias cintas de video que nos llegaron desde Alemania a través de amigos y en alguna noticia que veíamos en la televisión. Así que teníamos en realidad pocos elementos de afuera, pero aún así nos reuníamos unos pocos y ensayábamos, y nos pusimos a hacer nuestra propia música, aprendimos a bailar y creamos nuestro movimiento”, dice Alaeddin Pasha, uno de los precursores de la comunidad hip hop que cuenta con más de 300 artistas de la música, el baile, la pintura o arte callejero, el Dj y el beat-Box o caja de ritmo.

Entre estas expresiones de la cultura hip hop, las mujeres jóvenes destacan por ser numerosas en la pintura. “Un 70% de las grafiteras de este país son mujeres”, dice Hannah Redekop, administradora de las redes sociales del movimiento Underground Amman, “entre las diferentes formas de expresión de la cultura hip hop, el grafiti es el que menos expone a las personas que lo hacen. Una grafitera puede decidir convocar o, por el contrario, no mostrarse, simplemente ir a su muro, hacer su grafiti en solitario y dejar que su arte hable por ella. Bailar Break-dance, hacer Big-box o ser Dj es muy expuesto para las mujeres, no se puede hacer en este país debido a la cultura y a la tradición. El hip hop aún no es un movimiento aceptado por todo el mundo pese a su tamaño y creciente popularidad. Así que, que una mujer salga a rapear o a una batalla de baile o simplemente a bailar break dance sería una afrenta al honor familiar, algo muy peligroso para las chicas”.

Las grafiteras expresan sus ideas y sentimientos y lanzan sus mensajes de reivindicación.

Es el caso de la conocida Yaratún, @yara.hindawi en su cuenta de Instagram, una de las primeras grafiteras en Amán. “Ella trabaja con niños que viven en campos de refugiados y sus traumas es algo que le preocupa porque no es visible en la sociedad. Sus grafitis muestran niños y niñas con orificios vacíos; nariz, orejas y bocas vacías, mostrando el silencio y la indiferencia ante los traumas y los problemas mentales de una infancia que forma parte de este país y que ha llegado huyendo de conflictos armados”, afirma Hannah Redekop.

Otra conocida grafitera es Randa Abu, @randa.abu en su cuenta de Instagram, más ecléctica en sus pinturas y murales. Randa hace pequeñas apariciones en muros y mobiliario urbano emulando al artista Banksy y llegando incluso a firmar como Ranksy en alguna de sus apariciones.

Hay muchas más grafiteras y otras artistas en el movimiento hip hop jordano y hay, sobre todo, numerosas niñas y niños aprendiendo a pintar murales y a hacer grafitis en las escuelas y talleres del movimiento grafitero y de ciertas organizaciones no gubernamentales. Para este artículo hablamos con dos grafiteras que, además, forman a jóvenes y les hicimos algunas preguntas sobre su arte, sus mensajes, sus colores y su día a día. 

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Artículo publicado en la revita La Pitera

Marzo 2022