El proceso de sanación que nació con las mujeres maya
Por Inés Giménez, Guatamala, 2013
La sanación es un concepto desarrollado en Guatemala por varias organizaciones de mujeres que trabajan para que las mujeres víctimas de violencia sexual salgan de la victimización y se conviertan en actoras de cambio. El trabajo combina el aspecto psicosocial, la justicia y la cosmovisión maya. Yolanda Aguilar cuenta los orígenes y el desarrollo de la sanación en esta entrevista realizada en Guatemala en febrero de 2013.
"En Guatemala se nombró la violencia sexual en los primeros informes de la verdad durante los acuerdos de Paz. En el Informe de Recuperación de la Memoria (REMHI) realizado por la Iglesia Católica, el tema se trató principalmente a través de testimonios de testigos. Pero eran muy pocos los que eran en primera persona. Casi no se hablaba del tema y éste no estaba en la agenda de las organizaciones feministas ni de derechos humanos.
Sin embargo, en el siguiente informe de la ONU se nombró el tema de la violencia sexual desde términos más técnicos y jurídicos, a pesar de que hubo recomendaciones ni conclusiones. Empezamos a ver que era preciso saber si las mujeres que habían sufrido la violencia sexual estaban vivas o muertas. Esto coincidió con el Tribunal Internacional de Tokio sobre las 'Comfort Women' donde se presentaron testimonios de violencia sexual de todas partes del mundo".
Tokio
"Al principio pensé en no ir y cuando me decidí me dije que lo haría pero sin dar mi testimonio oral porque ya estaba escrito. Después de haber trabajado tantos testimonios de mujeres, de violencia sexual, y de la tortura del conflicto armado, era demasiado obvio que no podíamos seguir eternamente dando testimonio. Recuerdo que, aunque con muy buena intención, se medía el tiempo en el Tribunal de Tokio. A mí me tocó ensayar con una compañera de Sierra Leona que tenía que repetir una y otra vez que habían matado a su esposo y que habían torturado a sus hijos para cronometrarlo, eso para mí fue muy impactante.
Así que hablé, desde una perspectiva crítica, de otra forma de entender nuestra experiencia y de que se podía salir de nuestra condición de víctimas. En ese momento no tenía muchas palabras para nombrar, pero fue muy importante para mí señalar por primera vez que las mujeres no íbamos a repetir eternamente que habíamos sido violentadas y violadas y que, además, corríamos el riesgo de quedarnos en la “victimidad”, en una identidad nacional de víctimas, una cosa espeluznante".
Guatemala
"A partir de los acuerdos de paz habían empezado a llegar cantidades de gente con proyectos de derechos humanos. Yo vine con la idea de crear un tribunal de conciencia, con mujeres, aquí en Guatemala y hacer algo grande. Empezamos a crear un proyecto en el que se vinculara memoria histórica, salud mental y justicia; sin embargo no sabíamos dónde estaban las mujeres.
A final del 2003, convocamos a varias organizaciones de derechos y empezamos a trabajar. Creamos una estructura autónoma, un consorcio, Actoras de Cambio: se fueron creando unas metodologías de trabajo según las necesidades, por ejemplo en salud mental se vincularon cuerpo y sexualidad de las mujeres con la cosmovisión maya. Lo que empezamos a llamar sanación empezó a generar cosas que no teníamos vistas.
Primero hicimos dos años de búsqueda de las mujeres sobrevivientes de violencia sexual donde sabíamos que había habido violencia, masacres y genocidio. Lo hicimos un grupo de 22 mujeres que hablaban mam, q'eqchi', chuj kakchiquel y español y nos repartimos por Huehuetenango, Chimaltenango y Alta Verapaz durante dos años. Hablar los idiomas locales fue una prioridad; poco a poco fueron conformándose grupos de mujeres en torno a ellos".
El encuentro y los testimonios
"El sentido de la búsqueda de las mujeres y del trabajo con ellas no era testimonial, el sentido era la salud, la sanación. Una vez que encontrábamos a mujeres sobrevivientes, el segundo paso fue preguntarles “¿Y ustedes quieren hablar?” No había garantía de que quisiesen. Se aprovechaban los días de mercado para que las mujeres pudieran salir de su casa y encontrarse, a menudo sus familias no sabían que habían sido violentadas. Muchas de ellas nunca habían hablado y nunca habían oído a otras mujeres contando lo mismo que a ellas les había pasado. Lo que empezó a funcionar fue el trabajo en el cuerpo, empezar bailando, con ceremonias y fue impresionante el resultado. La diferencia es que las mujeres no daban un testimonio para que se quedara grabado, sino que se lo estaban dando a mujeres que, como ellas, también les había pasado una cosa así".
Creación del proyecto
"El proyecto se llamó “De víctimas de violencia sexual del conflicto a actoras de cambio, la lucha de las mujeres por el cambio”. Mi objetivo de trabajo siempre que fue hay que salir del dolor, pero no como un mandato, sino es imposible. Para eso necesitábamos una metodología y había que investigar, porque era muy duro trabajar la propia historia. Había que pensar cómo pasar de lo personal a lo colectivo.
Nos preguntábamos qué venia después del testimonio. Queríamos hacer una propuesta que fuera de víctimas a actoras. Reconocerse a una misma como sobreviviente para empezar; luego hay que verse realmente como sobreviviente".
Víctima y victimización: dinámica perversa
"En la cultura de derechos humanos, en general, después de conflictos armados son víctimas las personas que fueron violentadas, violadas, torturadas, sujeto de desaparición forzada, porque les pasó un hecho profundamente traumático. Eso es una víctima. Yo puedo asumir que eso pasó y que ese hecho determinó mi vida desde ese momento hasta la actualidad. También asumo que lo que cuento permanentemente llama la atención y hace que otras personas me tengan o cariño o lástima y me den un reconocimiento. A partir de ahí me acostumbro a dar mi testimonio. Esta dinámica perversa me enraizó en la condición de víctima y en una identidad que tiene beneficios, pero me acostumbro a quedarme ahí, y a no darme cuenta de que mi vida continúa.
En este país, después de los acuerdos de paz viene la cooperación, y se va pervirtiendo la dinámica, no se sale de la victimización. Una cosa es ser víctima y otra victimizarse. A menudo la cooperación da más dinero a las más violadas, a las más golpeadas, a las más... Hicimos entonces una investigación de lo que significaba el cambio de mujeres víctimas a sobrevivientes y a actoras de sus propios cambios. “Tejidos que lleva el alma: memoria del as mujeres mayas sobrevivientes de violencia sexual durante el conflicto armado”, debería ser considerada el tercer informe de la verdad, sobrevivir solo se puede hacer cuando encuentras tus propias fortalezas. El hecho de que casi 8 años después del inicio del consorcio Actoras de Cambio se estén llevando los casos de justicia penal habla de que fueron necesarios 8 años de trabajo inmenso desde la perspectiva psico-social (terapéutico), de la sanación (cuerpo y espiritualidad) y de la justicia (no solo penal sino integral), para lograrlo. Pero no podemos esperar que la justicia que me da el estado me sane. La justicia más integral es la que yo me hago a mí misma y la que puedo construir con otras y con otros. Lo personal es político. Yo no vivo en una cueva, yo llevo adentro el sistema, y lo tengo que construir adentro".
La sanación continúa
"Este país tiene necesidad de nuevas herramientas. Así hemos creado una escuela, el centro de sanación Qanil. Trabajamos con tres temáticas: autoconocimiento personal o crecimiento erótico, vínculos afectivos y duelos. Ahí sale de todo. Trabajamos mucho con duelos a través de ejercicios corporales con otras personas. No puedes trabajar conocimiento personal si no te has despegado de las cosas que te hacen daño y de los duelos. Estamos vinculando esto con el racismo, con la cosmovisión maya, con la espiritualidad y con una perspectiva integral de feminismo".
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