Tintes de Ceguera

Por Anaís Córdova-Páez y Mayra Tirira, Integrantes de la Plataforma Justicia para Vanessa, Quito, Ecuador.

Empieza el año 2017 con la noticia de que siguen matando a nuestras hermanas, mujeres que cada día forman parte de las cifras de violencia feminicida. Según datos de prensa, durante los meses de enero y febrero la cifra asciende a más de 20 mujeres asesinadas. ¿Cuántas más no constan aún en los registros, o siguen desaparecidas en este país? ¿Por qué no se intervino para proteger sus vidas? Son algunas de las constantes interrogantes que hasta el momento el Estado no puede responder. En varias ocasiones, las organizaciones de mujeres hemos solicitado información actualizada y homologada entre las instituciones responsables sin obtener respuestas concretas.

La Constitución del Ecuador declara que tenemos derecho a una vida libre de violencia tanto en el ámbito público como privado. Sin embargo, ¿Qué sucede cuando se nos vulnera este derecho? ¿Quién lo garantiza si cuando salimos a las calles o estamos en nuestras casas nuestras vidas corren un peligro mortal a manos de la violencia machista? La verdad, es que aún esperamos e interpelamos por estas respuestas.

En este contexto feminicida, es normal que al llegar a casa pensemos en nosotras, nuestras parejas, amigas, hermanas, compañeras, entre otras mujeres cercanas y agradezcamos la suerte que tenemos de encontrarnos íntegras o al menos vivas. Con datos de casi un feminicidio por día es casi una hazaña encontrarnos sobrevivientes en este sistema patriarcal.

Cuando ocurrió el asesinato de María José Coni y Marina Menegazzo, mujeres jóvenes, la violencia cubierta siempre por la comodidad del silencio saltó a la luz, las redes sociales se impregnaron de misóginos, de comentarios machistas, de comentarios religiosos, de juzgar a las víctimas, que ellas tenían la culpa -decían- por viajar “solas”. ¿Quién se preguntó quiénes eran los asesinos? ¿Por qué las asesinaron? ¿Cuántas mujeres más fueron asesinadas ese mismo día en el Ecuador? María José y Marina, no eran “las argentinas”, no eran “las turistas”, no son un caso aislado, o raro. Son dos mujeres víctimas de la más extrema de las violencias, el feminicidio.

Feminicidio, es cuando te asesinan por ser mujer y además de eso el Estado y la sociedad lo encubre, lucra o se encuentra implicado en tu asesinato. María José y Marina, estaban de vacaciones sintiéndose libres. En este casos, no todos los culpables están presos. ¿Qué hay de los machismos estructurales que se reproducen en cada juzgamiento, cuando permitimos un chiste violento, cuando toleramos una publicidad sexista? Toda esa información nos va diciendo que está bien, que es “normal” la violencia hacia las mujeres, que ser mujer tiene una connotación de inferioridad en esta sociedad que juzga a las mujeres y no a sus agresores.

¿Que tienen en común María José y Marina conmigo o con cualquier otra mujer en el Ecuador? Somos mujeres. Todas las mujeres hemos sentido violencia, tal vez no la reconozcamos, pero la violencia nos hace iguales en este sistema, nos hace sensibles a la injusticia. Sin importar si somos argentinas, ecuatorianas, chilenas, colombianas, o si tenemos muchos o pocos años, o mucho o poco dinero, la violencia está presente en nuestro diario vivir. Por eso nos estamos cansando, las movilizaciones a lo largo de toda América Latina lo cuentan, la movilización de la Marcha Nacional Vivas Nos Queremos el pasado 26 de noviembre en Quito y en el resto del país, la campaña #PrimerAcoso #NoCallamosMás, las marchas Ni Una Menos en Perú, Chile, Argentina. Va siendo tiempo de no tapar más la violencia, de que los tantos y malolientes trapos se laven en las plazas, en las asambleas, en las calles.

Yo he vivido violencias, las he sobrevivido, me he fortalecido y decidido que toda esa frustración se canalice hacia el cambio, hacia la organización de procesos diferentes, hacia la justicia de la memoria, de acompañarnos y sostenernos entre mujeres, de confiar en nosotras, de ser más que amigas, compañeras. Compañeras en el dolor y en la alegría. La Plataforma Justicia para Vanessa, nace a partir de juntarnos por el duelo colectivo de Vanessa Landinés Ortega, quien sufrió una muerte violenta machista en octubre del 2013 en la ciudad de Ambato, este caso se mantiene en la impunidad, mientras que las compañeras de Vanessa, y las hermanas, familiares de otras víctimas, mujeres comunes como tú o como yo, nos hemos juntado en la búsqueda de justicia feminista, una justicia que nos represente, que nos trate como humanas, no como una cifra más. De sabernos, querernos vivas, libres y organizadas la necesidad de acompañamos en los procesos entre familiares de víctimas de feminicidio, desde la experiencia de ser familiares, de ser motores de lucha y fortalecimiento. Ahora somos más familias unidas trabajando por cambiar de, a poco, una sociedad violenta que te juzga por levantar la voz, exigiendo justicia y avances en los casos de nuestras hermanas y compañeras, creando nuevas formas de organización y resistencia.

Vanessa Landinés Ortega, Valentina Cosios Montenegro, Johanna Cifuentes Rubio, Angie Carrillo Lavanda, Angélica Balladares, María José Coni y Marina Menegazzo sus vidas son honradas en la lucha de resistencia frente a la violencia machista, la historia de cada una de ellas vive a través de nosotras, cada acto de nombrarlas las revive y su memoria fortalece esta lucha en la exigencia a un Estado patriarcal que no da respuestas frente a la impunidad, la verdadera justicia con reparación y restitución aún no se ha logrado. Contamos cada día de impunidad. Las mujeres somos vidas concretas, y necesitamos acciones concretas. Contamos cada día donde transformamos el silencio en gritos de justicia. Recordamos a cada una de las que ya no están porque ellas viven en todas nosotras. Contamos cada día que tomamos conciencia sobre las violencias, sobre el acoso, sobre el feminicidio y agradecemos que en este sistema podemos gritar juntas que VIVAS NOS QUEREMOS.

 

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