Sudán del Sur: ¿Por qué no toman en cuenta nuestras necesidades?

La guerra asola las ciudades situadas en las áreas de extracción de crudo en Sudán del Sur. Enfrentamientos que han provocado, desde diciembre pasado, miles de muertos y de heridos y casi un millón de personas sin hogar, viviendo en refugios y barrios ajenos dentro y fuera del país, con una autonomía muy limitada para moverse, trabajar, alimentarse o cuidarse.

Los enfrentamientos armados se recrudecieron la semana pasada en el eje petrolero, en el este y en el norte, frontera con Sudán. No hay recuento ni de muertos ni de heridos. Sin embargo, ya nadie –ni siquiera el ejército- elude hablar de crímenes de guerra, crímenes de lesa humanidad ni de violaciones y secuestro de mujeres y de niñas, entre otros abusos.

Mientras la guerra siga, la recolección de evidencias se hará más difícil. En general, ni los organismos gubernamentales o militares, ni las organizaciones internacionales de ayuda humanitaria tienen cifras de los horrores pero hay testigos directos.

Al mismo tiempo, Naciones Unidas advierte del riesgo de que muy pronto cerca de la mitad del país esté en emergencia alimentaria y sanitaria, es decir, siete millones de personas. Sudán del Sur, Siria y Filipinas están en alerta 3, la máxima para ONU. La agencia en Sudán del Sur estima que necesita 1.27 billones de dólares.

Minkaman, Awerial, Bentiu, Juba… Muchas personas continúan llegando a estas localidades buscando los refugios instalados por la ONU desde que la guerra comenzó hace dos meses y medio. Entre las personas que se han quedado solas, hay muchas niñas y niños.

Cientos de mujeres solas llegaron al campo de Minkaman huyendo de la violencia en el estado de Jonglei. Algunas han dado a luz bajo árboles; la mayoría no tiene sus necesidades higiénicas básicas cubiertas, como toallas sanitarias. “¿Por qué no toman en cuenta nuestras necesidades? Necesitamos ese tipo de cosas ya”, dice Achol Arok Dut, en nombre de las mujeres del campamento de Minkaman, a un reportero del diario Sudan Tribune.

La prolongación de la guerra y la llegada en marzo-abril de la época de lluvias predicen una larga estancia en los refugios, a pesar del hacinamiento y de la falta de escuela para los menores.

En esas circunstancias, la meningitis, el cólera y la malaria aparecen rápidamente. Las dos primeras se pueden prevenir, por ello, la Organización Mundial de la Salud comenzó esta semana, en los campamentos de Juba, una campaña de vacunación contra el cólera.

En el campamento Tomping de la Misión de Naciones Unidas en Sudán del Sur (UNMISS), situado al lado del aeropuerto de Juba, Peter Knor tiene una responsabilidad específica: es un “movilizador de personas”, es decir convence y moviliza a la gente para que acuda a la vacunación. Trabaja para la organización Medair dentro del campamento porque él mismo llegó allí en diciembre pasado, huyendo de la violencia.

CRN-LM: ¿Por qué no regresan a sus casas, si el gobierno dice que Juba es segura?

PK: (Peter se ríe abiertamente) Sí, hablan de eso desde hace un mes pero hay problemas, y no solo por el gobierno sino también hay crimen. Vemos personas alrededor del campamento Hay algunas que simplemente dan vueltas alrededor del campo. Algunos son borrachos pero otros pueden matar o violar a mujeres y a niñas.

El pasado 15 de diciembre, tropas leales al presidente Salva Kiir y militares fieles al que fuera, hasta julio de 2013, el vicepresidente, Riek Machar, se enfrentaron en la capital y dejaron el paso libre para la ejecución de crímenes de odio basados en la etnia, entre los nuer y los dinka.

El miedo a las revanchas y las venganzas, en un país armado hasta los dientes, no permite a miles de personas salir de los campamentos.

Una coproducción de CRN y LM, en 2014, Juba, Sudán del Sur.

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